Con esta entrega da comienzo a una serie que tiene el propósito de revisar, documentar y difundir la riqueza de las colecciones y fondos que constituyen el patrimonio histórico y artístico del Centro de la Imagen, institución que desde 1994 ha sido un espacio de confluencia para un gran número de creadores, curadores, investigadores, críticos y espectadores, que han reivindicado, desde diferentes perspectivas, las inagotables posibilidades de la fotografía como expresión artística, documento social y vertiente de la cultura visual contemporánea.

La memoria del Centro de la Imagen no está únicamente conformada por obras y documentos que dan cuenta de sus distintos proyectos museográficos o editoriales, actividades de investigación o difusión, y programas educativos. Es asimismo depositario de acervos generados por otros proyectos e iniciativas, colectivas o individuales, que a partir de los años setenta del siglo pasado consiguieron abrir espacios para la valoración cultural de las creaciones y prácticas fotográficas, como es el caso del que se formó bajo los auspicios del Consejo Mexicano de Fotografía o el que se derivó del trabajo de Ángel Cosmos como editor de la revista Fotozoom, por sólo citar un par de ejemplos.

A partir de los indicios contenidos en ese acervo, cruce de múltiples afluentes, Viajes al Centro de la Imagen Iinvita a sus lectores a componer un mapa de las propuestas, debates y reflexiones que definieron el curso de la fotografía en México y Latinoamérica en las últimas cuatro décadas, insistiendo en la condición colectiva de esa memoria y en la irreductible diversidad de sus tramas.

Una docena de colecciones y fondos documentales fueron puestos en movimiento por esta primera excursión introspectiva al archivo del Centro de la Imagen, en cuya historia se entreveran la transformación de un espacio arquitectónico –la esquina nororiente del edificio de La Ciudadela, en otros tiempos fábrica de tabacos, cuartel militar y sede de la Escuela de Diseño y Artesanías–, la trayectoria de una institución cultural que recibió su impulso inicial del gremio fotográfico y las propuestas en que la fotografía mexicana ha reconstruido sus trazos genealógicos o se ha abierto a la problematización de sus fundamentos y certezas.

La aproximación multidisciplinaria que caracteriza a las ediciones de Luna Córnea, sirve en esta ocasión, como lo hará en las futuras entregas de la serie, para componer un retrato panorámico que aspira a hacer justicia historiográfica a quienes ayudaron a construir la arquitectura imaginaria del Centro de la Imagen y, al hacer libre uso de ese espacio público, fueron receptivos a la vitalidad de un lenguaje que ha trascendido las fronteras geográficas, genéricas y técnicas.