En esta ocasión, Luna Córnea analiza las bicéfalas relaciones que la fotografía ha sostenido con el museo –en tanto institución y discurso, a veces como documento que conserva y recrea la memoria y otras como obra artística. En esta entrega se abordan, desde múltiples perspectivas, algunas de las vertientes del fenómeno de la exhibición: el pasaje comercial, el display, la vitrina, el frasco, las figuras de cera, las ferias mundiales, las galerías y bodegas de los museos, y la propia fotografía como el más dinámico de los escaparates.

El espacio donde un objeto se exhibe se convierte en museo, en un microcosmos capaz de reflejar tanto lo insólito como lo cotidiano. Pero el museo no es sólo un espacio físico, sino también un espacio imaginario. En este número se alude a una de las primeras apariciones de la fotografía como arte en una feria mundial y el escritor Eduardo Cadava rastrea el origen de la fotografía en Pompeya. Asimismo, el fotógrafo japonés Hiroshi Sugimoto describe su fascinación por las figuras de cera y Mauricio Ortiz hurga entre los inagotables fragmentos del cuerpo humano, en esta ocasión los que, en imitación de la fotografía, se fijan en formol. Daniel Samoilovich reflexiona sobre la naturaleza del pentimento y Christopher Phillips analiza los criterios curatoriales que han guiado la exhibición fotográfica en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, una de las instituciones más influyentes en la legitimación de la fotografía artística del siglo XX. Museos que caben en una maleta, museos que han prescindido de los muros, museos que son su propia musa, en este número la fotografía entra y sale de la galería en su condición de ilustración, registro, inventario, réplica o pieza de colección.